4 Min. de Reflexión: Conversatorio 14: Rito de la Comunión, Parte III

Friday, Apr. 24, 2015

Cuando compartimos una comida con familiares y amigos, es probable oír en algún momento una invitación de bienvenida a cenar - Ven a la mesa... a comer... mange! . Lo mismo sucede en la Misa. Durante las últimas semanas hemos visto cómo se prepara el banquete Eucarístico, y cómo nos preparamos para recibirlo. Ahora, la invitación se produce mientras el sacerdote eleva el Cáliz y como el anfitrión proclama: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). Luego proclama las palabras del libro del Apocalipsis, “Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero” (Apocalipsis 19: 9). Respondemos con palabras que expresan tanto la humildad como la confianza: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” (Mateo 8:8). Se nos invita a mirar el Pan Eucarístico y expresar la reverencia, la confianza y la fe.
Primero, el sacerdote celebrante recibe el pan y el vino consagrados, y luego lo ofrece el Cuerpo y la Sangre del Señor a cada comulgante. Mientras ofrece la comunión, el sacerdote, diácono o ministro extraordinario de la Sagrada Comunión muestran la Hostia a cada uno de los fieles  diciendo: “El Cuerpo de Cristo”, y el comulgante responde: “Amén.”  Una forma similar, “La Sangre de Cristo”,  precede a la recepción del Cáliz. Es importante recordar que siempre recibimos la comunión; nunca se permite que un comulgante simplemente pueda tomar el Cuerpo y la Sangre de Cristo del Altar. Se recibe de un sacerdote, diácono o ministro de la Eucaristía.
Hasta el siglo XI, la norma era, recibir la comunión bajo dos especies: Ambos, tanto el Precioso Cuerpo y Sangre de Cristo. A través de los siglos, se desarrolló la práctica de no recibir del Cáliz, excepto en circunstancias especiales. El Concilio Vaticano II inició una ampliación gradual de la antigua práctica de recibir la Eucaristía bajo las dos especies. Por lo tanto, recibir tanto el Pan Consagrado y el Cáliz está permitido en todas las Misas. Otra antigua práctica -  recibir el Pan Eucarístico en la mano - se ha revivido en los últimos años.  Los Comulgantes, tienen ahora la opción de recibir, ya sea en la mano o en la lengua. La recepción del cáliz trae consigo, el más pleno sentido de la Eucaristía.
En los Estados Unidos, la norma es que lo fieles comulguen de pie, está permitido recibir la comunión de rodillas, aquellos que optan por ella. Como una señal de re-verencia, hacemos una pequeña reverencia antes de recibir el Pan Eucarístico y el Cáliz. No debe hacerse ninguna genuflexión.
Desde los primeros siglos, ha sido la costumbre de cantar un salmo durante la procesión de la Comunión. El canto de la Comunión, que expresa la unidad, encuentro con el Señor, y la alegría, debe empezar cuando el sacerdote recibe el Sacramento y debe continuar, siempre y cuando sea conveniente. Cuando no hay ninguna canción, la antífona  que se encuentra en el Misal,  es recitada por los fieles, un lector o por el propio sacerdote. Para fomentar la participación de los fieles, sólo debe haber un himno durante el rito de la Comunión, aunque si la procesión para la Comunión sea larga, una pieza adicional de la música puede ser permisible. Puede haber una pieza coral durante el período de reflexión.
Después de cada comida, alguien debe encargarse de limpiar los platos. Así mismo después de la Comunión, debe haber una limpieza reverente de los utensilios utilizados durante la misa. Cualquier Hostia Consagrada  que no se fuera  utilizada, debe ser consumida por el Sacerdote, Diácono o Ministro Eucarístico, o colocada en el tabernáculo, de igual forma el Vino Consagrado que no sea utilizado, deberá ser consumido por el Sacerdote, el Diácono o los Ministros de la Eucaristía. Nunca pueden desecharse de cualquier otra forma. En la Diócesis de Salt Lake City, el sacerdote o el diácono purifican los vasos con agua, en la mesa de la credenza. Se debe tener cuidado de que no queden  fragmentos de Hostias Consagradas sobre el altar.
El Banquete Eucarístico concluye con la plegaria después de la Comunión. Debe ir precedido de un período de silencio y comienza con la palabra, “Oremos.” Esta oración no es una acción de gracias, sino, más bien, una interrogante acerca de los efectos espirituales o frutos de la Eucaristía. Y con ella, siempre concluye el rito de la Comunión, y sólo después de esta oración pueden seguir otras actividades, tales como anuncios breves.

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