4 Min. de Reflexión: Conversatorio 8: Liturgia dela Eucaristía, Parte II

Friday, Jan. 30, 2015

Al término del conversatorio anterior, hablamos brevemente sobre la presentación del pan y el vino y nuestros donativos monetarios, tanto para los necesitados como para la Iglesia. El sacerdote los ha recibido, y tal  como el pan y el vino se acomodan en el altar, así también, mentalmente podemos situarnos allí, como una expresión de nuestra voluntad de entregarnos a Dios.     
El rico simbolismo de la Misa continúa. Las plegarias son preciosas, la realidad que transmiten, y los Sagrados Misterios, son profundos. Como parte de nuestra participación plena y activa en la Misa, continuamos prestando mucha atención a las plegarias y las acciones que se desarrollan, y respondemos de todo corazón, entrando en el sagrado diálogo y la acción.
Ahora las ofrendas ya están en el altar. De acuerdo a su criterio, sobre todo en solemnidades como Navidad o Pascua, el sacerdote puede incensar las ofrendas, la cruz y luego el propio altar. Cuando esto ocurre, el diácono u otro ministro, a su vez inciensa al sacerdote, al con-celebrante, y a  la congregación. Incensar significa elevar en  oración nuestra ofrenda de los dones, de nuestras oraciones, y de nosotros mismos a Dios. Justo antes de que comience la plegaria para las ofrendas, se puede notar que el sacerdote o el diácono vierten una pequeña cantidad de agua sobre el vino, diciendo inaudiblemente “Por el misterio del agua y el vino, podamos llegar a participar en la divinidad de Cristo, Quien se humilló para compartir nuestra humanidad.”
  La mezcla del agua y el vino son una antigua práctica litúrgica. Puede representar la mezcla de las naturalezas divina y humana en Cristo. También puede representar la unión de Cristo con los fieles.
La plegaria sobre las Ofrendas empieza. Observe el uso del pronombre personal que, como testimonio de los dones representan a todos nosotros. El sacerdote levanta la hostia y dice: “Bienaventurado seas Tú Señor, Dios de toda la creación, por medio de Tu generosidad hemos recibido el pan que ahora Te ofrecemos; fruto de la tierra y del trabajo de las manos del hombre, que se convertirán para nosotros en el pan de vida.” Luego, cuando el sacerdote alza el cáliz, la oración se repite para el vino que se convertirá en nuestra bebida espiritual. 
En esta parte de la plegaria sobre las ofrendas afirmamos nuestra dependencia de Dios. Ofrecemos a Dios algo de lo que nos ha dado y le damos gracias por todos sus dones. Entonces el sacerdote dice: “Orad, hermanos y hermanas, para que mi sacrificio y el suyo puede ser agradable a Dios, Padre todopoderoso.” Entonces respondemos: “Que el Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de Su nombre, para nuestro bien y el bien de toda su Santa Iglesia”.  
Seguimos activamente en el diálogo sagrado mientras la Misa continúa desarrollándose. 
Cuando se ha completado la oración sobre las ofrendas, el sacerdote se lava las manos continuando con la preparación, diciendo inaudiblemente “Lávame, Oh Señor, de mi maldad, y límpiame de mi pecado.” El lavado de  manos del sacerdote es una acción simbólica expresando con ella la necesidad del celebrante para la purificación interior. A continuación, la Misa avanza hacia la riqueza de la Plegaria Eucarística.
Cuando prestamos atención al flujo y la progresión de la Misa, escuchar, participar, y responder a las plegarias de la Misa, la belleza y el poder de la liturgia se vuelven cada vez más claros. No somos espectadores desconectados en las filas laterales. Más bien, somos cada uno, una parte importante e integral de las actuaciones.

For questions, comments or to report inaccuracies on the website, please CLICK HERE.
© Copyright 2024 The Diocese of Salt Lake City. All rights reserved.