Feliz Día de Todos los Santos
El 1ero de noviembre celebramos a Todos los Santos, la Iglesia entera honra a los hombres y mujeres quienes están en el cielo después de haber vivido una vida ejemplar de santidad y virtud en la tierra, y de otros quienes desinteresadamente ofrecieron sus vidas en heroicos sacrificios por su amor a Dios y a sus semejantes imitando a Cristo.
Sus vidas son grandes inspiráciones, merecedoras de admiración y de imitaciones. El Papa Francisco los ha comparado con “las vidrieras de las iglesias, que dejan entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia «tonalidad». Pero todos han sido transparentes, han luchado por quitar las manchas y las oscuridades del pecado, para hacer pasar la luz afectuosa de Dios. Este es el objetivo de la vida: hacer pasar la luz de Dios y también el objetivo de nuestra vida. (Angelus, Plaza de San Pedro, 1 de noviembre del 2017)
Los santos no son personas perfectas que nunca han hecho algo mal. Ellos no nacieron santos, sino que batallaron para serlo. Ellos eran hombres y mujeres ordinarias como nosotros quienes fueron pecadores por, quienes, a través del Espíritu Santo, encontraron la conversión en sus corazones y transformaron sus vidas. Su conversión no sucedió de la noche a la mañana pero fue el resultado de su fidelidad a Dios a través de una lucha larga y fuerte con las tentaciones, pecados viviendo así correctamente y virtuosamente. En otras palabras, cada santo tiene un pasado y cada pecador tiene un futuro.
Este día festivo honra a quienes la Iglesia ha reconocido oficialmente, ha canonizado o declarado santos, pero también a los desconocidos quienes con su vida buena han llegado a su destino en el cielo.
Sin embargo, también es nuestro día de celebración. La Iglesia nos enseña que todos estamos llamados a la santidad. El Papa Francisco publicó su exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” (“Alegraos y Regocijaos,” el 19 de marzo del 2018) Dios nos llama a cada uno diciendo, “Santifíquense, y sean Santos ” (Lev. 11:44). San Pablo en su carta a los Efesios (1:4) declaró que “En Cristo, Dios nos eligió antes de la fundación del mundo, para estar en su presencia santos y sin mancha.”
Nuestro llamado a la santidad no viene de nosotros sino del Sacramento del Bautismo, en el cual Dios nos dio el don del Espíritu Santo y la tarea de responder al llamado con nuestros corazones. Para ayudarnos a crecer en la santidad, Dios también le dio a la Iglesia a otros dones, tales como la Palabra de Dios en las Escrituras, el canal de gracia en los Sacramentos, y el testimonio de los hombres y mujeres santos quienes nos inspiran con sus vidas virtuosas y con su ejemplo. Solo debemos de abrir nuestras vidas ante el poder transformador de la gracia de Dios y ante los frutos de la santidad.
Sin embargo, tendemos a olvidar o a ser indiferentes ante el llamado de Dios a la santidad. Frecuentemente, ponemos más énfasis en nosotros mismos en lugar de aprender más sobre Dios, así es que desarrollamos una idea errónea de nosotros, viendo así mas nuestras debilidades, nuestras fallas y nuestros pecados y concediendo así una falsa noción de santidad como una especia de perfección moral y espiritual. Es así que la santidad pareciera inalcanzable y muy lejana. Muchas personas piensan que está reservada solo para unos cuantos - los obispos, los sacerdotes o mujeres y hombres religiosos en vida consagrada. Otros más, piensan que para ser santo se necesita salirse de los asuntos diarios de la vida, dejar a la familia, profesiones y posesiones para vivir como ermitaños y monjes en aislamiento, soledad y oración constante.
El Día de Todos los Santos, es una llamada para despertar y vivir nuestras vidas como Dios ha querido que las vivamos, eso es, siendo santos. La santidad es el llamado universal de Dios para todos. Los Santos nos enseñan que la santidad no es más que vivir nuestras vidas con gran amor a Dios y a nuestros semejantes sea cual sea nuestro camino de vida, como padres criando a sus hijos con gran amor, como hombres y mujeres trabajando diligentemente y responsablemente en sus profesiones, como personas con autoridad , gobernando con equidad en la búsqueda del bien común, como personal médico cuidando a los ancianos, como esposos o esposas viviendo el compromiso marital con fidelidad y alegría, y cada uno cuidando del pobre y necesitado con compasión y misericordia.
En otras palabras, llamados a la Santidad por Dios, somos considerados santos en proceso. Los santos nos recuerdan lo que podemos lograr y lo que podemos ser. Ellos nos animan a seguir sus pasos y a confiar totalmente en Dios. Si ponemos nuestra vista en El y permanecemos fieles, con Su gracia, un día nos uniremos a nuestro Señor por siempre. Juntos en compañía de los ángeles, vírgenes, beatos, apóstoles, mártires y de todos los santos.
Es así importante para cada uno de nosotros abrir nuestras vidas ante Dios, siempre verlo en todas las situaciones y utilizar la gracia de nuestros bautismos para ser fruto en el camino a la santidad. Honremos a los santos e invoquémoslos en nuestras intersecciones para que así, con sus oraciones por nosotros, permanezcamos, como ellos, fieles y firmes al mandato de Dios y haciendo Su voluntad en nuestra vida.
En el libro de Revelaciones encontramos, “They have come out of the great tribulation, they have washed their robes and made them white in the blood of the Lamb” (Rev 7: 14). Sus nombres están escritos en el libro de la vida (Rev 20: 12) y el Cielo es su morada eterna.” No sean tímidos; ¡atrévanse a ser santos! Eso es lo que Dios nos ha llamado a ser.
Traducido por: Laura Vallejo
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