Como humilde siervo de la Iglesia Católica en Utah, junto a mis hermanos Obispos de los Estados Unidos, expreso mi vergüenza, angustia y enojo por el abuso sexual cometido por algunos de nuestros sacerdotes, obispos y líderes de la Iglesia en contra de niños, jóvenes y adultos, a los cuales debemos de servir y proteger. Es muy angustiante que algunos líderes hayan manejado mal los alegatos de abuso, cubriendo tales actos pecaminosos y no siendo responsables.
Comparto los sentimientos de muchos quienes están pasmados, enojados y escandalizados pro las revelaciones pasadas y presentes de estas fechorías y por el mal manejo de las alegaciones de abuso por algunas autoridades de la Iglesia.
En vista de estos graves pecados, suplico por perdón por actos inmorales de mis hermanos sacerdotes, obispos y otros ministros de la iglesia por haber fallado en nuestra responsabilidad de ser los verdaderos pastores a los que Cristo nos ha llamado a ser. También les pido por sus oraciones por todas las víctimas y sobrevivientes de los abusos sexuales para que busquen la ayuda, el apoyo y sanación que necesitan. Oremos por que los abusadores y perpetradores de esos crímenes que han causado fuerte dolor y sufrimiento a las víctimas, y a las familias tanto de las víctimas como de los perpetradores, así como por nuestros líderes de la Iglesia, para que puedan llevar un compromiso vigoroso y renovado para salvaguardar y proteger a todo el que este bajo nuestro cuidado. Nuestra Diócesis de Salt Lake City tiene el compromiso de tomar acción, dentro de nuestras mejores habilidades, para revisar nuestras pólizas y programas, esperando y orando para que podamos prevenir que estos pecados se cometan.
Como creyentes en la misericordia y compasión de Dios, seamos personas de esperanza. Oremos para que la Gracia de Dios nos ilumine para poder salir de la obscuridad y para que esta crisis conlleve a la conversión de corazones, renovación de fe, reconciliación con Dios y con nuestros semejantes, y para que exista paz en nuestra Iglesia y en nuestros corazones. Gracias por su paciencia, consideración y apoyo. ¡Qué Dios nos bendiga a todos!
El Reverendísimo Oscar A. Solis, Obispo de Salt Lake City
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