Hace una semana, asistí al histórico Congreso Eucarístico Nacional en Indianápolis, al que asistieron más de 50,000 Católicos romanos quienes reverencialmente y amorosamente se enfocaron el la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Fue una experiencia única de vida- de oración diaria y de celebración de la Santa Misa con mucho respeto, homilías inspiradoras, procesiones, bendiciones y adoración sin parar al Santísimo Sacramento, testimonios personales poderosos y emotivos de varios laicos, religiosos y clero, sesiones de impacto que inspiraban, camaradería amorosa y más importante un ambiente de fe. Amor y unidad.
El Congreso Eucarístico fue una vibrante reunión de personas de todas las edades y formas de vida- niños, adolescentes, jóvenes adultos, ancianos, hombres y mujeres, seminaristas, religiosos, velo y obispos. Fue una clara manifestación de que la fe Católica está viva. La celebración de la Misa junto a los peregrinos de otras diócesis, incluyendo 12 adolescentes vietnamitas fue especial y gratificante. Cualquier duda sobre la salud de el catolicismo de esta nación y de la fe de nuestra juventud fueron solventadas conforme nos reuníamos para alabar a Dios- Jesús nuestro Señor y el rey Eucarístico.
Si pudiese solo usar una palabra para describir esa reunión de movimiento, inspiracional y de construcción de fe sería Alegría. Desde los participantes de los muchos Centros de Convención y personal del estadio Lucas, oficiales de seguridad, hasta las personas de mantenimiento, así como las personas alineadas en las calles durante la procesión Eucarística la alegría fue palpable y se sentía por todos lados. Eso fue adecuado ya que Dios estaba presente entre nosotros. Jesús nos miró., nos bendijo, tocó nuestros corazones y renovó nuestra fe en el inconmensurable don de la Eucaristía y volviendo a capturar nuestro asombro y reverencia ante el Sacramento de amor y unidad y la fuente y cumbre de nuestra fe Cristiana.
Fue un momento que cambió vidas y las revitalizó y llevó la renovación de fe y devoción ante la presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Todos se fueron y llegaron a sus hogares llenos con una alegría y amor que nos hizo darnos cuenta de que no es una conclusión ni un término sino un comienzo de una nueva cruzada en lle-var nuestra misión como discípulos de Cristo. Estamos llamados a salir, a ser una comunidad Eucarística, y a ser más a imágen y semejanza de Cristo para los demás bendecidos por su presencia, quebrados y repartidos por el amor a nuestros semejantes. Fue una bendición el estar allí, agradeciendo y la renovación me hizo sentir orgullo de ser Católico.
Traducción: Laura Vallejo
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