Las monjas Carmelitas reflexionan sobre San José, protector de las Novicias del Monasterio de las Carmelitas, Salt Lake City

Friday, Apr. 16, 2021
Las monjas Carmelitas reflexionan sobre San José, protector de las Novicias del Monasterio de las Carmelitas, Salt Lake City
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By Special to the Intermountain Catholic

¡San José no es un extraño para las Carmelitas!

Él es el protector de nuestra orden. Como nuestra Santa Madre Santa Teresa de Calcuta escribió: “mi padre y señor San José, mi verdadero padre y señor, mi padre San José, gloriosísimo padre nuestro San José, mi padre glorioso San José.

Dándose cuenta de su poderosa intersección y santidad de San José, Santa Teresa nombró su primera fundación a nombre de este gran y humilde santo. Desde entonces los innumerables monasterios Carmelitas en el mundo, han sido nombrados en honor del Santo.

No solo Santa Teresa experimentó la gran intercesión de San José en su vida, sino que nosotras las Carme-litas en Salt Lake, hemos conocido a San José como el responsable de los muchos milagros en nuestro tiempo en el monasterio. Nuestra hermosa historia ha pasado desde nuestros humildes comienzos en 1952 cuando 5 monjas carmelitas establecieron el monasterio en Salt Lake. Nuestro primer hogar fue una pequeña casa en el área del centro. Las monjas llegaron el 8 de diciembre; durante el primer invierno la calefacción dejó de funcionar. El Obispo Duane G. Hunt dijo que enviaría a un técnico a repararlo tan pronto como fuese posible. La calefacción se rompió durante el fin de semana y nadie más sabía de esto. Al siguiente día un hombre de edad adulta se presentó en nuestro hogar diciendo que estaba allí para reparar la calefacción. Sin una palabra más se puso a trabajar. Más adelante una de las hermanas fue a revisar cómo iba y el hombre ya no estaba; nadie lo vio salir y nadie sabía a donde se había ido, pero la calefacción estaba funcionando maravillosamente.

No pensamos en esto, simplemente disfrutamos el poder tener calefacción. Así llegó el lunes. Un hombre tocó la puerta y se presentó como el técnico de reparación de calefacción enviado por el Obispo. Nuestra comunidad estaba impactada, llena de emociones y en lágrimas. Inmediatamente supimos que el hombre de edad adulta que reparó nuestra calefacción y que desapareció sin aviso había sido San José. Le dimos gracias a Dios por haber enviado a San José para ayudarnos a tener calefacción en los fríos días de invierno.

Después de habernos mudado a Holladay, luchamos para sobrevivir. Cada parroquia de la diócesis acepto lle-varnos comida una vez al mes. Nueve parroquias lo hi-cieron dejándonos con tres meses en el verano sin tener apoyo ni alimentos. Año tras año durante esos tres meses, un hombre adulto se aparecía en la puerta de nuestra cocina con un camión lleno de alimentos. Tan pronto como las parroquias nos comenzaron a apoyar en el verano, el hombre desapareció. Nunca nos dijo su nombre. Una vez más supimos que fue San José.

A lo largo de los años, antes de tomar alguna decisión importante, siempre invocamos a San José por su intercesión y ayuda, desde la adquisición del terreno en Holladay para la construcción del monasterio. Nuestra casa de novicias fue llamada ‘San José’. Su presencia nunca no ha fallado con nuestras necesidades, bien sea a través de los voluntarios/trabajadores en nuestro monasterio o al respon-der nuestras oraciones pro ayuda económica.

No solo nuestro padre San José nos ha ayudado en cosas materiales, sino que también ha sido un pilar espiritual para muchas de nosotras. Junto con la Iglesia, este año celebramos a San José con mucha devoción. Como comunidad cada miércoles  recitamos la Letanía de San José y todos los días ofrecemos una oración a San José.

En el monasterio, tenemos a San José, el esposo de nuestra Santa Madre  y padre adoptivo de Jesús, en un alto honor, pero ya que él es un hombre humilde y tranquilo, no queremos exaltarlo de más. Estamos seguras de que en su lugar el preferiría que siguiéramos su buen ejemplo viviendo una vida fiel de oración, una vida en paz complaciendo a su Hijo Jesucristo. Así como el, hace muchos años cuido de la Santa Familia, San José seguirá cuidando de las necesidades temporales y espirituales de sus hijos aquí en la tierra; él seguirá intercediendo por nosotros ante nuestro Señor.

¡ San José, ruega por nosotros!

Traducido por: Laura Vallejo

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