Necesitamos una reforma migratoria no solamente un reembolso político

Friday, Nov. 21, 2014
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Traducido por: Laura Vallejo
Conforme nosotros los americanos nos preparamos para celebrar el Día de Acción de Gracias, viene a mi mente la imágen de inmigrantes apiñados en las sombras. Para la mayoría de ellos no habrá una mesa servida con pavo y jamón, papas y pies. De hecho, muchos de ellos trabajaran en ese día en trabajos que normalmente tienden al desdén – haciendo camas en los hoteles, lavando platos en restaurantes, recogiendo vegetales en los campos – trabajos duros por los que reciben salarios mínimos tan escasos que sus raquíticas comidas no se comparan con los festines que otros disfrutan en  Acción de Gracias.
En ese día como en los demás, estas mujeres y hombres trabajadores temen ese llamado a su puerta con el mensaje de la llegada de los cuerpos policiales que los mandarán de regreso por la frontera por nada más que su incapacidad para recibir un pedazo de papel que les permite legalmente buscar una mejor vida tanto para ellos como para sus hijos.
Para la Iglesia Católica de los Estados Unidos, la reforma de nuestro sistema migratorio roto es un tema personal y político. Como párrocos y feligreses, hemos visto familias separadas por acciones impositivas.
Hemos visto deportaciones que no tienen sentido de padres que comenzaron un negocio, criaron familias y pagaron los impuestos a nuestro sistema. Hemos batallado para detener las deportaciones de madres quienes son el pilar económico y emocional de sus hijos que son ciudadanos de los Estados Unidos. Hemos hecho mi-nisterio con los niños que han sido separados y dejados solos, asustados y vulnerables en un país desconocido para ellos.
 También hemos sido testigos los triunfos de los padres que han arriesgado sus vidas cruzando la frontera para poder sacar a sus familias de la pobreza a pesar de que ellos se exponen al peligro de ser deportados. En otras palabras, hemos caminado junto  a las familias de inmigrantes que han enriquecido nuestras parroquias, comunidades y nación, todo esto viviendo en las sombras de nuestra sociedad. 
Porque hemos sido parte de este camino, entendemos que las leyes migratorias no son sólo acerca de cuotas y patrullas fronterizas.  Como párrocos, mis hermanos obispos de los Estados Unidos y yo estamos obligados a defender la reforma migratoria humana, incluyendo la acción ejecutiva, ya que no podemos quedarnos parados mientras se destruyen familias y millones viven, trabajan y contribuyen a nuestro bienestar nacional sin tener protecciones legales.
Después de 10 años de defender la reforma migratoria, nosotros los obispos aplaudimos la promesa del Presidente Obama de tomar una acción ejecutiva aunque sea en un área de preocupación en nuestro actual sistema. El Presidente en varias ocasiones ha dicho que actuará para frenar las deportaciones después de las elecciones de noviembre, particularmente las deportaciones que separan a los menores de sus padres. La acción ejecutiva podría incluir un número de soluciones de sentido común en nuestro actual proceso migratorio. 
Por ejemplo, el Presidente podría diferir las deportaciones de padres cuyos hijos ya han obtenido la prote-cción a través del programa DACA. Asegurando con esto que sus padres no sean deportados, los niños que llegaron a este país como infantes pueden asistir a la escuela sin temor de que a su regreso a casa sus padres serán arrestados y puestos en espera de un proceso de deportación. El Presidente también podría tomar varias acciones para reconocer que muchos inmigrantes no tienen el estatus legal debido  a los trabajos atrasados del sistema migratorio de los Estados Unidos, el cual está más allá del control de los inmigrantes.
Mientras algunos miembros del Congreso han sugerido que estas acciones de sentido común podrían, por razones políticas, ser el término de cualquier reforma migratoria, uno de los mensajes que llegó de la elección de noviembre es  que los Americanos quieren que nuestros oficiales electos trabajen juntos para resolver los retos de la nación. 
El trazar líneas políticas sobre la inmigración no resolverá la gran pregunta de que si los Estados Unidos seguirán negando los derechos humanos fundamentales a 11 millones de inmigrantes quienes están invitados a darnos trabajo a muy bajo costo en nuestro país.
 Mis hermanos obispos y yo seguiremos defendiendo la acción ejecutiva y del congreso que reconozca el va-lor  económico y cultural que los inmigrantes brindan a nuestra nación, y las amenazas a la dignidad que todos los seres humanos se merecen. 
Es mi sincera esperanza que nuestros legisladores reconocerán la propuesta del Presidente es un primer paso a un cambio duradero y positivo; reconocer que sólo el Congreso tiene el poder de expandir las soluciones de corto plazo del Presidente hacia una póliza inmigratoria a largo plazo que sea tanto justa como humana.
Aunque nosotros los obispos apoyamos al Presidente Obama en la toma de una acción ejecutiva que ayude a aliviar el sufrimiento que se ha sufrido durante mucho tiempo, también animamos a que el nuevo Congreso haga lo mejor con la oportunidad de pasar una reforma migratoria para nuestros sistema roto entendiendo que esta sustituiría la acción del Presidente. 
Estamos listos y dispuestos trabajar con el Congreso en una legislación humana. Cualquier acción ejecutiva que el Presidente tome, no debe de ser motivada por un reembolso político, debe de ser una iniciativa para lograr cambios duraderos y positivos en nuestros sistema migratorio roto, urgimos qiue ambas partes trabajen juntos para lograr esta meta.

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