Obispo Wester y la Pascua

Friday, Apr. 03, 2015
Obispo Wester y la Pascua + Enlarge
By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Traducido por: Laura Vallejo

En Cuaresma nos encontramos con Cristo Resucitado

Mientras que este año celebramos al Cuaresma, se me ocurre que nosotros los Católicos estamos en peligro de ver esta doctrina central  de nuestra fe como un abstracto intelectual; en lugar de considerar como la resurrección de Cristo toca nuestras vidas en el hoy y en el ahora. 
Tal vez veamos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte como maravillosos eventos para Jesús, quien murió en  una terrible muerte, pero  realmente vemos en su totalidad como su resurrección nos afecta a cada uno?
Los escritores del Evangelio hacen varios enlaces significativos entre Cristo Resucitado y Jesús quien camina entre nosotros en este mundo. Conforme leemos los Evangelios, nos damos cuenta que con los discípulos la mortaja del  entierro sobre la tumba, vemos las marcas de los clavos en las manos de Cristo y la herida en su torso de la  lanza, y aprendemos sobre Jesús comiendo pescados con sus seguidores a las orillas del lago. 
Es verdad, su cuerpo está glorificado no está simplemente resucitado para una existencia terrenal – pero la conexión entre el Jesús terrenal y Cristo Resucitado es muy significativa: así como la resurrección de Cristo da a Jesús terrenal una nueva vida, así también le da nueva vida a su cuerpo, la iglesia; esos somos ustedes y yo.
Esto significa que nosotros, las piedras vivientes de la Iglesia, miembros del Cuerpo de Cristo, ya hemos experimentado los primeros episodios de la resu-rrección.
Tendremos que esperar al final de los tiempos antes de que tomemos nuestro lugar en el cielo de con Cristo, pero podemos experimentar la nueva vida que Cristo hace posible a través de su resu-rrección ahora y hoy. 
Así como la resurrección tuvo un impacto inmediato en el cuerpo de Cristo, tiene una influencia inmediata en nosotros como individuos y como Iglesia.
Tan solo por esta razón pasamos la Cuaresma preparándonos para renovar nuestra promesa bautismal. 
Fue a través del bautismo que nos hicimos uno con Cristo, y en el bautismo nos convertimos en íntimos participantes en su misterio Pascual – su sufrimiento, muerte y resurrección. 
Cristo, el alfa y el omega, nos lleva inmediatamente e íntimamente dentro de su vida abrazándonos y trabajando en nosotros constantemente a o largo de nuestras vidas, en cada momento  liberándonos del pecado y llamándonos a una nueva vida.
Esperamos la grandeza de su reino en el cielo algún día, pero damos gracias por las formas en que ya hemos experimentado su reino en esta vida.
La Pascua es el tiempo de permitir que  la resurrección de Cristo nos transforme y transforme nuestras relaciones. 
Así como lo que el cirio Pascual simboliza, la Pascua da una luz brillante a cada uno de nosotros, llamándonos a la renovación. Este es un tiempo de fortalecer los lazos de matrimonio, los lazos familiares y las amistades. 
Es un tiempo para darse un descanso de los hábitos del pecado que nos hunden y destruyen la esperanza y la alegría que Dios quiere para cada uno de nosotros. 
Es un tiempo para ayudar a otros con caridad, compartiendo nuestro tiempo, talentos y tesoros; descubriendo lo mucho que recibimos cuando somos desinteresados que cuando somos egoístas. Este es un tiempo de Gracia. 
La Pascua es un tiempo en el que nuestras vidas se transforman permitiendo que la gracia y la resurrección trabajen en nosotros ahora.
La Resurrección es una transformación, no solo de Jesús sino de nosotros. Este es el mensaje de Pascua. Como María Magdalena en el Evangelio de Juan “se dio la vuelta”  ante una tumba para encontrar Cristo en la mañana de Pascua, ustedes están llamados a “dar la vuelta a sus vidas” para poder abrazar a Cristo resucitado.
Como Santo Tomas, estamos invitados a tocar sus manos y a reafirmarnos que el existe en este mundo. Se nos pide abrir los ojos y nuestros corazones para ver como Jesús de Nazaret ha resucitado verdaderamente, apareciéndose ante nosotros ahora con sus tesoros, gracia y nueva vida.
Esta caricia transformadora de Cristo llega a nosotros cuando pasamos tiempo en oración silenciosa, leemos la Escritura y , especialmente, cuando nos reunimos para la Eucaristía experimentando sa-cramentalmente el sufrimiento, muerte y resurrección de Cristo.
Cada vez que “hagamos esto en su nombre”, encontraremos al Cristo vivo resucitado quien nos invita a experimentar su reino aquí y ahora. 
Así es que, se nos envía a vivir una vida de transformación aquí y ahora en neutras vidas diarias. Después de todo somos personas de Pascua y ‘Aleluya’ es nuestra canción.
Les deseo una bendecida Pascua.

Suyo en Cristo,

Reverendísimo John C. Wester
Obispo de Salt Lake City

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