Peregrinación a la tierra santa de El Salvador

Friday, Oct. 05, 2007
Peregrinación a la tierra santa de El Salvador Photo 1 of 3
El sepulcro del finado Arzobispo Oscar Romero está localizado en una cripta abajo de la Catedral de San Salvador.

por Rev. James E. Flynn

EL SALVADOR – Por una semana este junio pasado fuí con otras gentes en un peregrinación a la "tierra santa." Esta "tierra santa" al sur de la frontera y pasando México, es dificilmente un punto grande en cualquier mapa. La mayoría de los Católicos tendrían problemas encontrando El Salvador en un mapa. Es interesante que el país se llame "El Salvador."

Hacer una peregrinación a ese país puede ser transformante. Es una tierra hecha santa por la sangre de tantos mártires derramada entre los últimos años de los 1970s y los años de los 1990s. Hay cerca de 75,000 mártires, la mayoría de ellos gente común y corriente, y conocidos solo por sus propias familias Salvadoreñas. La mayoría de esas gentes fueron asesinadas por el ejército Salvadoreño y sus cuadrillas de muerte, apoyadas con armas de los E.U. e intereses políticos dirigidos incorrectamente.

Los mejor conocidos entre estos mártires son el Arzobispo Oscar Romero, seis sacerdotes Jesuitas provenientes de España, y cuatro mujeres Maryknoll de los E.U. Muchos de los otros mártires fueron catequistas, líderes sindicales, doctores, enfermeras, y trabajadores sociales. No incluídos en los 75,000 asesinados están soldados Salvadoreños o guerrilleros que murieron durante esta lucha que duró más de dos décadas.

Una visita a la capilla donde el Arzobispo Romero fue asesinado demanda del peregrino un momento de silencio y reflexión. Ahí en frente del peregrino está el altar donde Romero estaba celebrando la Misa, en un lunes 24 de marzo de 1980.

Acababa de predicar una breve homilía a un pequeño grupo de amigos y monjas cuando desde las puertas abiertas en la parte trasera de la capilla se escucharon varios disparos hechos por un miembro de una de las cuadrillas de muerte. Romero se desplomó, y en unos pocos minutos estaba muerto en un charco de su propia sangre.

El domingo anterior había predicado por el radio, el cual era escuchado por mucha gente y alcanzaba los rincones más lejanos del país. En ese sermón, él les suplicó a los soldados Salvadoreños que pararan los asesinatos de sus hermanos y hermanas. Practicamente gritó sus últimas palabras públicas: "En el nombre de Dios, les urjo, les suplico, les ordeno: paren la matanza." La matanza no se detuvo. En efecto él iba a convertirse en el siguiente mártir.

Cerca de la capilla hay un pequeño museo. Está en lo que era el sencillo hogar del Arzobispo Romero. El museo alberga la vestimenta que llevaba puesta esa noche del lunes, manchada con su sangre.

El Arzobispo está ahora sepultado en la cripta de la Catedral, en el centro de San Salvador. Otros Arzobispos también están sepultados en la pared de la cripta, pero la tumba de Romero está en un lugar evidente en frente de esa pared. Un sarcófago de bronce delinea su cuerpo, siempre rodeado de velas y peregrinos que acuden a ese lugar sagrado. Flores, velas encendidas y oraciones marcan este sepulcro sagrado.

Es interesante que mientras el Arzobispo Romero es quizás el Salvadoreño más famoso de los tiempos modernos, no haya una memoria de él en la Catedral arriba de la cripta. La cripta está abierta para los peregrinos solo a ciertas horas y en ciertos días. Mientras tanto su imágen está por todos lados en el país: en colonias pobres, en paredes pintadas con graffiti, en áreas rurales remotas, en capillas pequeñas con con pinturas, y bustos del Arzobispo también están por todos lados. El Arzo bispo Romero es el santo de la gente pobre que ha sufrido por mucho tiempo en El Salvador.

Al otro lado de la ciudad, en la Universidad CentroAmericana de San Carlos, se encuentra otra capilla donde se encuentran las tumbas de los seis sacerdotes-maestros Jesuitas que fueron martirizados el 16 de noviembre de 1989. Ellos habían estado viviendo en su sencillo dormitorio en el campus, y en la noche del 16 de nov. 24 soldados Salvadoreños entraron a su dormitorio. Sacaron arrastrando a dos de los sacerdotes al jardín y los asesinaron brutalmente. Los otros sacerdotes fueron asesinados en sus dormitorios.

En un museo en el campus se exhiben elocuentes fotografías y objetos de interés de esa terrible noche. En una vitrina de vidrio se exhibe un diccionario que perteneció a uno de los sacerdotes: un soldado lo perforó a balazos con su arma. Otro soldado hizo un hoyo con un disparo en una fotografía del Arzobispo Romero quien ya llevaba muerto nueve años. Otra fotografía muestra los cuerpos de dos sacerdotes en el jardín: a uno de ellos le sacaron el cerebro.

De los 24 soldados que entraron esa noche al dormitorio, 18 acababan de regresar de un entrenamiento en Ft. Benning, Georgia. Por este motivo, casi todos los años desde 1989 miles de ciudadanos de los E.U. se reúnen en las puertas de Ft. Benning para protestar el papel que los E.U. jugó en estos martirios, y para tratar de obtener información acerca de los "autores intelectuales," como se les llama, de esta atrocidad.

Otra capilla en el campus donde los Jesuitas están enterrados es también un lugar sagrado. Peregrinos frecuentan esta capilla, así como nosotros peregrinos lo hicimos este junio pasado. Después de visitar el dormitorio de los sacerdotes Jesuitas, en la capilla es necesario que se observe un tiempo de tranquilidad y reflexión.

Cada vez que he estado en El Salvador con varios grupos, la experiencia es la misma: una de estupefacción y asombro, si no vergüenza por lo que nosotros ciudadanos de los E.U. permitimos que sucediera en nuestro nombre en un país tan pequeño y tan cercano.

Otro pedazo de suelo sagrado que los peregrinos siempren visitan es el lugar aislado donde cuatro hermanas Maryknoll fueron torturadas y martirizadas brutalmente el 2 de dic. de 1980. Este lugar tan aislado está como a una hora y media de San Salvador, de camino al aeropuerto Salvadoreño. Al lado de un camino de tierra aislado y angosto hay un lugar marcado con piedras formando un rectángulo. Estas piedras marcan el lugar donde las cuatro mujeres fueron martirizadas y enterradas en una tumba superficial. Tres o cuatro miembros de una escuadrilla de muerte las asesinaron en la obscuridad de la noche.

Dos de las cuatro hermanas, ambas monjas Mariknoll, venían de regresar de una reunión Mariknoll en Nicaragua. Las otras dos, una monja Ursulina y una trabajadora laica, ambas de Cleveland, habían ido al aeropuerto a recogerlas. Cuando venían del aeropuerto fueron detenidas en una carretera por un asesino quien las puso en la parte trasera de una camioneta, y las llevaron a ese lugar aislado.

Hoy, además de las piedras que marcan el lugar donde fueron martirizadas, hay una pequeña cruz en memoria de ellas con sus nombres escritos en la piedra. Cerca de ahí hay una pequeña capilla construída por la gente del lugar para recordar a estas cuatro mujeres.

Su sangre Americana, junto con la sangre de los sacerdotes Jesuitas de España, la del Arzobispo Romero y la de miles de Salvadoreños común y corriente, hacen de El Salvador una tierra muy santa.

Hay un decir antiguo de la Iglesia que vive en El Salvador: "La sangre de los mártires es la semilla de la Cristiandad." Un peregrino no puede dejar de creer el graffiti que se encuentra por todo El Salvador: ¡Que viva Monseñor Romero!

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