Traducido por: Laura Vallejo
SALT LAKE — Mientras estaba parada recibiendo su ciudadanía el 10 de octubre en Salt Lake City, este día también marcó el fin de un largo y difícil camino para María (los nombres han sido cambiados). Como las personas que ese día estaban con ella, ella pasó varios años de papeleos y procesos, estudiando, realizando exámenes acudiendo a entrevistas antes de que este momento fuera realidad.
Pero para María esos retos fueron lo menos en todo lo que ella ha logrado.
12 años antes ella yacía en su cama pretendiendo estar muerta para que su esposo Juan parara de golpearla y asfixiarla mientras su hija de 4 años gritaba. María nunca imaginó que ese iba a liberar y vivir una vida sin miedo.
Maria llegó a Utah procedente de México con su familia cuando tenía 16 años de edad. Después de terminar la preparatoria se inscribió en el colegio y comenzó a trabajar en un restaurante local. Fue allí en donde conoció a Juan quien al principio era “muy dulce, amoroso y cariñoso,” dijo ella. Inmediatamente se sintió atraída hacia él y los dos comenzaros a salir.
Al pasar de los meses, María dice que Juan se volvió extremadamente celoso y la comenzó a aislar de su familia y amigos. Mientras no era físicamente violento con ella, a veces tenía enojos que la aterrorizaban. La mamá de María se comenzó a preocupar y trató de hacer que Juan se alejará de ella, pero María no la escuchó pensando que él iba a cambiar.
Se casaron a menos de un año de estar saliendo. María dijo que Juan comenzó a tomar y comenzó a trabajar en el restaurante de su hermana. Un día la hermana de Juan decidió que María estaba siendo muy abierta con un trabajador y llamó a Juan para contarle. Juan se apareció golpeando la puerta. Cuando María la abrió, Juan le dio una cachetada, dijo María y ella levantó cargos en su contra. Como resultado el juez le dijo a Juan que fuera a clases de manejo de enojo. María cuenta que él fue, pero frecuentemente se quejaba de lo mucho que costaban y le echaba en cara la cosas que podrían haber hecho con ese dinero.
María dice que entonces Juan comenzó a drogarse. A pesar de haber sido un buen trabajador, comenzó a no presentarse a trabajar. En ese entonces María dio a luz a su primera hija y tres años después a un hijo. María dijo que al principio Juan fue un buen padre, pero cuando su consumo de drogas fue mayor comenzó a llevar personas extrañas a su casa y mientras se rogaban obligaba a María a permanecer encerrada en un cuarto con sus hijos por horas y horas. El comenzó a pegarle frecuentemente, pero se aseguraba de golpearla en los brazos y en las piernas, lugares en donde los golpes podían ser fácilmente escondidos.
Una noche mientras se estaba drogando con otras personas, Juan atacó a María, golpeándola en su cara y tratando de ahorcarla. Su hija comenzó a gritar por ayuda, pero nadie llegó; finalmente María dijo que fingió estar muerta y así Juan la dejó. La mañana siguiente él parecía estar asustado por lo que había hecho cuando vio todos los moretones que le había hecho a María en su cara y en su cuello. No dijo nada, alimentó a sus hijos y se fue.
La mamá y hermano de María llegarón y llorando llamaron a la policía para reportar el incidente. María dijo que dejo a su esposo y dijo que no sabía cómo hubiese podido sobrevivir sino fuera por su mamá.
“Me sentía sola y deprimida. No sabía cómo iba a alimentar a mis hijos o a pagar mi renta,” dijo María.
Con la ayuda de su familia, la policía y los Ministerios de la Santa Cruz de Utah, María comenzó a recuperar su vida. Terminó su certificación como asistente de enfermería; obtuvo un trabajo en una guardería, se divorció y comenzó a trabajar para obtener su Visa U. También regresó a la Iglesia.
“Sin Dios, sin el apoyo de mi familia, yo no tendría la valentía,” dijo María.
Comenzó a pasar tiempo con un amigo de la familia. Quien la ayudo en su camino de regreso a la Iglesia. Su amistad creció y se volvió amor y desde hace ocho años están casados. De ese matrimonio ahora existe un hijo. Como cualquier pareja tienen sus altos y bajos, pero María dijo que su esposo la apoya y la respeta y jamás ha abusado de ella.
Por mucho tiempo María estuvo enojada con Juan pero ahora y lo ha perdonado.
“Ese sentimiento me estaba acabando. Lo dejé ir y pude ser feliz.... Si Dios perdona, ¿por qué yo no?”, dijo ella.
Nota editorial: Esta es la primera parte de una serie de dos en las que se reconoce el Mes de Prevención de la Violencia Domestica. La próxima semana se presentarán los recursos disponibles para las personas que buscan salir de una situación de violencia doméstica.
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