Todos los Santos/Todos los Difuntos: Conmemorando nuestro último viaje

Friday, Oct. 26, 2018
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By Special to the Intermountain Catholic

Por el padre Christopher Gray

SALT LAKE CITY — Cada mes de noviembre celebramos a Todos los Santos. Nos unimos con los ángeles en una alegre alabanza al Hijo de Dios. Nuestra oración inicial nos brinda un excelente sumario de nuestra celebración. Nos dice en palabras diriguidas a Dios Padre:

“Por tu don celebramos la festividad de tu ciudad, la celestial Jerusalem, nuestra madre, en donde nuestros hermanos y hermanas te dan su alabanza eterna. Hacia ella, ansiosamente nos apresuramos como peregrinos acercandonos por la fe.”

La Conmemoración de todos los Santos subraya dos verdades fundamentales. Primero, que nuestra vocación básica, al pie de  nuestra primera razón de existencia, es una vida santa. Segundo, que somos peregrinos. Aquí no tenemos una casa eterna. Nuestro destino en la historia es Dios y su don de la Vida Eterna.

Al pie de Todos los Santos, recordamos a Todos los  Fieles Difuntos. Recordamos a nuestros seres queridos quienes se nos han anticipado con el símbolo de la fe. Decimos en la oración.

“O Dios, gloria de los fieles y vida de los justos... ten misericordia de tus siervos fallecidos, para que , asi como ellos profesaron el misterio de Tu resurección, puedan recibir así las alegrías de la felicidad eterna.”

La conmemoración de Todos Los Santos y  la de Todos Fieles Difuntos subraya dos verdades fundamentales. La primera que cada uno debemos de decir “en algún momento moriré; y en cualquier momento podría morir.” La segunda, aunque no podemos escoger las circunstancias de nuestra muerte, todos podemos elegir la vida que tendremos.

Podemos y escogeremos el tipo de vida que concluirá. ¿Qué es lo que esto significa? Dios toma la iniciativa con el drama de la Salvación removiéndonos del pecado y dándonos la gracia de la fe. Él nos asegura, y es a través de los Sacramentos, que lava nuestros pecados. Este es Dios, sin ningún otro motivo más que el amor, el trabajar en nosotros y para nosotros aun sin nuestra cooperación. Entonces Dios trabaja en cooperación con nuestra libertad conforme trabaja con la gracia de la fe que es el trabajo de la fe. A pesar del amor inicial, no estamos forzados a hacer trabajos buenos. Trabajos buenos significan el crecimiento en el amor de Dios y de nuestros prójimos.

Un aspecto significativo que vale la pena mencionar acerca del Día Todos los Santos y de Todos los Fieles Difuntos, es que la Doctrina de la Comunión de los Santos. Hasta la llegada del último día, la Iglesia en la tierra peregrina ha luchado a lo largo de la historia, aun así, algunos miembros de la Iglesia ya están juntos ante la presencia de Cristo resucitado o por lo menos tienen segura la batalla final. Entre ellos y nosotros está la comunión genuina.

Desde su principio, la Iglesia ha entendido que los apóstoles, los mártires, y especialmente la Santa Virgen María están unidos con Cristo en el cielo y con todos nosotros quienes todavía estamos en el peregrinaje, mientras que no tengamos el conocimiento detallado de la condición presente de los Santos en el cielo. Ciertamente creemos que nuestros hermanos y hermanas están irrevocablemente unidos con Cristo resucitado. Por eso, ellos contribuyen al levantamiento de la Iglesia en la tierra a través de la santidad de sus vidas y de sus oraciones. Por nuestra parte, nuestra fe encuentra la inspiración en sus vidas, nuestro camino es más seguro por su ejemplo. Nuestra respuesta es amar a esos amigos de Cristo, imitar sus virtudes, pedir por sus oraciones y alabar a Dios en su compañía, especialmente durante la Liturgia Eucarística. San Agustín dijo hace varios siglos, cuando se encontraba predicando en el día de dos jóvenes mártires: “Que no parezca una cosa pequeña que somos miembros del mismo cuerpo como Perpetua y Felicidad. Ellas nos sorprenden; ellas nos muestran su compasión. Los celebramos; ellos oran por nosotros. Aún así juntos todos servimos a un Señor, seguimos a un Maestro, asistimos a un Rey, nos unimos en uno solo, caminamos hacia Jerusalén, seguimos al amor, somos uno mismo.”

 ¿Qué debemos llevar con nosotros durante nuestro viaje final hacia la muerte de la vida? Cuando nos mudamos de ciudad en ciudad, juntamos nuestras posesiones en una camioneta o camión de mudanza. Cuando vamos a un día de campo llevamos una canasta con alimentos  para el camino. La comida que debemos llevar a nuestro viaje final cuando el Señor nos llame es la Eucaristía. El Pan de Vida, alimento para el camino de la muerte a la vida

El padre Christopher Gray es el párroco de la Iglesia de  St. Mary of the Assumption en Park City.

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