Todos somos responsables por la protección de los menores

Friday, Jun. 14, 2019
By Jean Hill
Director, Diocese of Salt Lake City Office of Life, Justice and Peace

No existe excusa para el abuso infantil. Sin importar el método, ya sea físico, sexual o mental – ningún niño debe ser tratado ni se merece tales acciones.

Que los adultos, los cuales frecuentemente son adultos de confianza, abusen a los niños es una trágica realidad. El por qué los adultos escogen abusar a los niños es poco entendible, aun por los profesionales con gran entrenamiento. Aun así, las noticias y sitios informativos están llenos de explicaciones de por qué el clero ha abusado a niños. Algunos utilizan la teoría de que el abuso sexual de un sacerdote hacia un niño es porque hay hombres gay en el sacerdocio, otros más están certeros de que el problema puede resolverse si se les permite a los sacerdotes casarse, y algunos más insisten en que la única manera de terminar con el abuso sexual de menores es simplemente deshacer el sacerdocio como tal.

Cada una de estas teorías ofrece algo a quienes comparten las mismas bases. Pero ninguno ofrece una solución válida. ¿Por qué no podemos detener el abuso sexual del clero prohibiendo que los hombres gay entren al sacerdocio? Porque la orientación sexual no predispone a una persona a molestar a los menores. De hecho, los estudios demuestran que la gran mayoría (82 por ciento) de perpetradores están en relaciones heterosexuales, con algún pariente cercano a la víctima.

¿Por qué el permitirles a los sacerdotes que se casaran no eliminaría el problema? Porque la pedofilia y el abuso a menores no se resuelven a través del matrimonio. De hecho, las personas que se casan y que mantiene n relaciones sexuales regulares con su esposo (a) también abusan de menores. Mientras que el abuso por parte del clero está en los titulares, como mencionamos anteriormente, la mayoría de abusos de menores ocurre entre relaciones familiares.

Entonces ¿Por qué no eliminar el sacerdocio? Porque el porcentaje de sacerdotes (94 por ciento) que abusan amenores es similar al abuso cometido por maestros (del 5 al 7 por ciento), al de los líderes de los scouts, clero de otras denominaciones, y de cualquier otra persona que trabaja como voluntario en campos en donde tienen acceso a los menores sin supervisión.

No es sorprendente que los pedófilos y quienes cometen abusos busquen lugares en donde pueden encontrar más menores que adultos, tales como en las escuelas, iglesias, tropas scouts, deportes juveniles, centros recreativos y gracias al milagro de la tecnología moderna, el internet.

Igualmente, no es sorprendente que no exista una sola característica que pueda ser utilizada para determinar quién abusa menores. Estas personas son de todo tipo, de todos antecedentes, y circunstancias. Muchos cometen actos horribles una vez y nunca más, otros cometen un acto de abuso cuando son niños o jóvenes. Para algunos, es un acto de experimentación, frustración, oportunidad o aburrimiento. Para otros puede haber una desviación sexual hacia los menores.

Tristemente, existen algunas características comunes entre las víctimas. Frecuentemente es aquel niño al que no siempre se le cree quien es más frecuentemente un blanco. El solitario, triste, con problemas o quien rompe las reglas siempre es visto como una presa fácil al igual que los menores con discapacidades.

Nos gustaría que hubiera una solución sencilla para abordar el tema del abuso sexual del clero, pero esto es tan complicado como lo es entre la población general. Lo que ayudaría y lo que sí es una solución que la Iglesia en los Estados Unidos comenzó a implementar con el Capítulo de Dallas en el 2002, en poner fin a una práctica muy común de cubrir los alegatos de abuso por las Iglesias de diferentes denominaciones, en escuelas programas deportivos y otras áreas que sirven a los menores. El abordar estos alegatos y el remover a los perpetradores de posiciones de acceso a hacia los menores es algo crítico.

Las personas de fe, los padres de familia, el ciudadano preocupado tiene un papel en la protección de los menores. Como la ley estatal lo requiere, necesitamos reportar a los organismos de seguridad cualquier sospecha de abuso infantil. Necesitamos escuchar a nuestros niños cuando no quieren estar cerca de una determinada persona. Necesitamos hacerles preguntas difíciles. Necesitamos asegurarnos de que nuestros niños sepan lo que está bien y lo que no, y asegurar que se sientan seguros para decirnos algo que no está bien. No necesitamos estar paranóicos acerca de todo, pero necesitamos reconocer cuando los menores son vulnerables y necesitan que os adultos los cuiden y los protejan y los escuchen.

Como la doctrina de la Iglesia Católica nos recuerda, “la atención especial debe de ser fiel a los niños, desarrollando una profunda consideración por su dignidad y un gran respeto y una generosa preocupación por sus derechos.” Es nuestra responsabilidad proteger y salvaguardar a los menores y a sus derechos para vivir libres de abusos.

Jean Hill es la directora de la Oficina Diocesana de Vida, Justicia y Paz. Si desea contactarla escriba a  jean.hill@dioslc.org.

Traducido por: Laura Vallejo

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