Veteranos del Encuentro creen que el evento de Texas también será fructífero

Friday, Oct. 19, 2018
By Catholic News Service

Por Joan Kurkowski-Gillen

Catholic News Service

GRAPEVINE, Texas (CNS) —  Años de trabajo pesado en los campos de agricultura de California, Oregón y Washington llevaron a José López al proceso de Encuentro en 1985.

Las reuniones nacionales que comenzaron en 1972 estaban diseñadas para ayudar a la Iglesia Católica a responder a las necesidades y realidades de una creciente población hispana en Estados Unidos.

“Fui al tercer Encuentro para representar a los trabajadores migratorios de la Región 11”, él dijo recordando la reunión del 15 al 18 de agosto de 1985 de 2,000 católicos hispanos y 56 obispos en Washington. “En aquel tiempo yo era voluntario y parte de un comité diocesano de jóvenes. Era la voz del migrante”.

Durante las discusiones, López pidió más participación de parte de la iglesia, basado en la doctrina social, para ayudar a los muchos trabajadores temporales que laboran en campos de agricultura en los Estados Unidos. Él pasó toda una vida recogiendo cerezas, tomates, pepinos y espárragos por toda la costa del Pacífico junto con su padre y sus hermanos.

“En aquel tiempo las leyes no apoyaban a los trabajadores agrícolas”, dijo López, quien ha participado en múltiples encuentros. “No teníamos suficiente agua en el campo ni suficientes escusados o descanso”.

Además de la situación difícil de los trabajadores migrantes, los delegados al Tercer Encuentro Nacional discutieron la evangelización, la formación de líderes y las necesidades de los jóvenes hispanos.

“El fruto de ese encuentro fue que se abrieron más oficinas para la pastoral hispana”, dijo López, originario de México, quien protestó a la par de César Chávez durante la década de 1980. “También se le dio más atención a la pastoral juvenil y de adultos jóvenes”.

La mayoría de los ciudadanos extranjeros traídos a Estados Unidos bajo el programa de la visa H-2A para llenar trabajos temporales and campos agrícolas temporales son jóvenes y muchos pasan por esta diócesis, dijo López, quien ahora es director de la pastoral de jóvenes, adultos jóvenes y migrantes de la Diócesis de Stockton en el centro de California.

Él también asistió al Encuentro 2000 y al Encuentro Nacional de Jóvenes y Adultos Jóvenes Hispanos en la universidad Notre Dame en 2006. Como presidente de la Red Católica del Trabajador Agrícola Migrante, el organizador sirvió en el comité nacional para el Quinto Encuentro Nacional auspiciado por la Diócesis de Fort Worth en Grapevine en septiembre.

“Este encuentro fue un momento especial, un momento bendecido”, dijo López a North Texas Catholic, revista diocesana de Fort Worth. “La gente salió del Encuentro con este reto: ¿Cómo podemos trabajar con los jóvenes y los adultos jóvenes (hispanos) ahora mismo? Ese es el gran enfoque”.

Cuando Paola Quintero-Araujo fue al primer encuentro nacional para jóvenes hispanos en 2006, como delegada de la Diócesis de Dallas, ella fue testigo de la universalidad de la iglesia.

“Vi lo que significa ser ‘católica’”, dijo Quintero-Araujo, quien ahora es directora del instituto St. Junipero Serra en la Diócesis de Fort Worth. “Gente de todas partes del país y de diferentes experiencias se reunió bajo el mismo techo para hablar sobre nuestra iglesia y las contribuciones y necesidades hispanas”.

Durante sesiones separadas entre regiones se discutió la formación y el desarrollo de líderes, mencionando en el creciente número de jóvenes hispanos católicos.

“Había un entendimiento de que si íbamos a tener esta ola dentro de la Iglesia Católica debíamos tener líderes que entienden la cultura y el idioma para estar listos para trabajar con ellos”, ella señaló.

Iniciativas y oportunidades fueron establecidas después del Encuentro de 2006 para lograr la meta. Quintero-Araujo es ejemplo de esa extensión. La originaria de Colombia recibió una beca para la universidad Notre Dame, donde obtuvo una maestría en Teología con concentración en Catequesis. Ella pasó a servirle a los hispanos a nivel parroquial y diocesano en Dallas y luego en Fort Worth.

“Y no fui la única”, ella dijo. “Hay otros (jóvenes) que identificaron su llamado y pasaron a trabajar en parroquias o en el movimiento eclesial”.

Quintero-Araujo, quien fue panelista en el Quinto Encuentro y parte del equipo diocesano que organizó las liturgias del evento, quiere que el espíritu generado en el encuentro más reciente continúe.

“Mi esperanza es que nos movamos del activismo a la misión y a la evangelización en la catequesis”, ella dijo. “Quiero moverme hacia adelante y no regresar a otro Encuentro en 10 años y hablar de lo mismo”.

Marlene Ledesma todavía recuerda la energía que sintió después de asistir al Encuentro del 2006 con otros 50 jóvenes de la Diócesis de Dallas.

“Fue sorprendente. Compartimos nuestras historias, luchas, recursos y cosas que tenemos en común”, explicó la joven adulta coordinadora en la parroquia St. Ann en Coppell.

“Nuestros líderes nos motivaron a seguir adelante. Regresamos a casa llenos de energía para involucrarnos más”.

El Encuentro del 2006 encendió algo dentro de ella.

“Comencé a participar en más grupos, ir a más retiros y prepararme para el futuro”, añadió Ledesma.

Ahora ella trabaja con el grupo de confirmación de su parroquia y nota cómo algunos jóvenes hispanos tienen problemas de identidad, depresión y se sienten aislados en la sociedad. La joven voluntaria trajo sus preocupaciones al Quinto Encuentro.

“Lo que hicimos fue crear consciencia de cómo es ser hispano en Estados Unidos. Pero también somos católicos”, ella afirmó. “Es maravilloso que la iglesia esté consciente de lo que los hispanos están pasando”.

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