La Misa de Crisma celebrada el 29 de marzo, 2012

Friday, Mar. 30, 2012
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By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Homilía del Reverendísimo John C. Wester, Obispo de Salt Lake City durante la Misa de Crisma celebrada el 29 de marzo, 2012 en la Catedral de la Magdalena: 

En la Misa de esta noche, esta liturgia que celebramos juntos como hermanos y hermanas en Cristo, es única en muchas formas. Realmente sobresale por sí sola en muchos aspectos: no es realmente parte de la Cuaresma y no es parte del Triduo Sagrado, el cual llegará en unos días. Existe una cierta nota silenciosa  que impresiona sabiendo que la proclamación de Jesús como la Palabra de Dios lo llevaría a su muerte, y sin embargo vemos a través de la liturgia las notas muy obvias de júbilo y alegría.

Debido al espacio y a otras razones, relativamente pocas personas asistieron a esta liturgia, sin embargo lo que estamos realizando esta noche concierne a toda la Iglesia y a sus sacramentos a lo largo del año, en particular al del Bautismo, al de la Confirmación a la de las Ordenes Sagradas y a la de los Enfermos.

Todos los miembros de esta Iglesia local están representados de una o de otra manera. Esta noche aquí vemos la iglesia en su totalidad: no solo una ramificación de la Iglesia Universal, sino la Iglesia en su totalidad;  una unión eclesiástica a la que no le falta nada, sin embargo es íntima y ontológicamente unida con la Iglesia Universal, el Magisterio y nuestro Santo Padre.

Estamos reunidos esta noche, ustedes y yo, para la bendición de los óleos necesarios para esta unidad eclesiástica, para los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, para la Unción de los Enfermos y moribundos y para la Ordenación de sacerdotes quienes dan los sacramentos.

Todo lo que somos y hacemos como Iglesia viene de nuestra cabeza, el Señor Jesucristo, nuestro Gran Sacerdote, el Alfa y el Omega, el Todopoderoso.Estas realidades no son dichas sino reveladas en la liturgia de esta noche. Pertenecen a la orden sacramental que es la orden de lo visible que tiene sus raíces y expresa la realidad invisible- el cuerpo místico de Cristo.

Cada miembro del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, está consagrado por unción de Cristo, nuestro eterno sacerdote y cabeza, y convertido en un templo del Espíritu Santo en el cual cada uno de nosotros es una piedra viviente.

Al mismo tiempo, los sacerdotes ordenados, a través de la unión y del servicio a aquellos que ejercitan el sacerdocio de los creyentes, están celebrando esta noche de una manera especial que permite a nuestros sacerdotes renovar su compromiso de amor por Cristo y su servicio a ustedes, el pueblo de Dios. Nosotros los sacerdotes somos los administradores del misterio de Dios en la Palabra que proclamamos en los sacramentos que celebramos. Los sacerdotes deben mantener sus ojos puestos en Cristo, el gran sacerdote, para poder ser efectivos en su ministerio y ser portadores del misterio de Dios.

Lo que hacen los sacerdotes es de vital importancia para la Iglesia y todos debemos orar sin cesar por ellos particularmente esta noche.

Ahora, en años pasados, hemos hecho una pausa durante la Misa de Crisma para que todo el pueblo de Dios se detenga y renueven su compromiso con Cristo. Este año siguiendo con la Tercera Edición del Misal Romano y aún más importante para subrayar el papel central que la renovación de las promesas al sacerdocio tiene en nuestra Misa de Crisma, solamente observamos la renovación de las promesas al sacerdocio.

De esta forma, la Iglesia en su totalidad, representada por nuestros diáconos y sus esposas, por nuestras religiosas y fieles laicos, cumplirá la sagrada tarea de orar por nuestros sacerdotes mientras somos testigos de la renovación de su promesa con Cristo.

A cambio, los sacerdotes guiarán  a los miembros de la Iglesia para que estos renueven sus promesas bautismales en la víspera de la Pascua, el Domingo de Pascua y durante el tiempo de Pascua.Aunque todas estas personas cumplan con sus funciones propias, cada una de ellas está en el camino de la santidad determinados por la amorosa providencia de Dios.

Mis hermanos y hermanas, no están siendo excluídos. De hecho, mis reflexiones son acerca de ustedes, por quienes nuestros sacerdotes fueron ordenados para servir.  Nuestros sacerdotes encontraron su camino a la santidad vinculado intricadamente a sus vidas conforme ustedes y ellos caminan justo a Cristo y con Cristo, quien es el camino, la verdad y la vida.

Las promesas renovadas esta noche por mis hermanos sacerdotes brillan en ustedes. El llamado sacerdotal a la santidad los involucra a ustedes desde el principio hasta el fin.

Es así como esta noche simplemente me gustaría ofrecer tres observaciones que aseguran la renovación de las promesas del sacerdocio esta noche, tres entendimientos que ayudan a describir la unión del sacerdote con Cristo y con su pueblo.

También me gustaría basar estas reflexiones en la vida y ministerio del Arzobispo Oscar Romero, de quien celebramos el 32avo aniversario de su muerte hace unos días, el 24 de marzo. Contamos con cuatro sacerdotes de El Salvador realizando su ministerio en nuestra diócesis y sin duda ellos tienen afinidad con este gran líder de nuestra Iglesia. Pero creo que todos, especialmente nuestros maravillosos sacerdotes, se beneficiarán del ejemplo dado por este valiente líder.

Además, me parece que estas reflexiones están en armonía con los óleos que bendecimos y consagramos esta noche.

En la oración para la Bendición del óleo de los catecúmenos oramos: “Tráelos [a los catecúmenos] a un mejor entendimiento del Evangelio y ayúdalos a aceptar el reto de una Vida Cristiana”.

Cuando el Arzobispo Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador, inicialmente no fue recibido con gran fanfarria. Sin exagerar. Pero él tuvo, tal como San Pedro, una experiencia de transformación. Un muy querido amigo suyo, un sacerdote jesuita, el Padre Rutilio Grande, fue asesinado. El Arzobispo Romero vio su cuerpo muerto yaciendo en un charco de sangre en una banqueta, y nunca volvió a ser el mismo. La experiencia pastoral en su ministerio y en su vida tuvo un profundo impacto y lo transformaron en muchas, muchas formas.

El óleo de los Catecúmenos simboliza el constante crecimiento que debe suceder en los sacerdotes conforme éste es formado por las personas a quienes sirve. Los Catecúmenos y el Arzobispo Romero demuestran esto en sus vidas, y nosotros los sacerdotes debemos motivarnos por las vidas de nuestra gente, entre ellos aquel a quien llamamos amigo. El sacerdote no abandona su papel como líder de la asamblea cristiana, pero debe siempre ser un amigo. Un amigo es quien llora con nosotros, quien se ríe con nosotros, quien nos ama incondicionalmente. Un amigo es quien se transforma con nosotros y nos permite a través de su vulnerabilidad ser transformado. El sacerdote es formado por su gente.

Para los sacerdotes, el seminario es simplemente el comienzo de su proceso de formación. El seminario los prepara para una vida de formación ofrecida por el pueblo de Dios. Ustedes, mis hermanos y hermanas, son el seminario de nuestros sacerdotes, llevándolos a un mejor y más profundo entendimiento del Evangelio y los ayudan a aceptar los retos de una vida Cristiana.

El óleo de los enfermos: “Haz que este aceite remedie a todos a quienes se les unge, sánalos en cuerpo, alma y espíritu, y consuélalos en sus dolencias”.

A principios de su ministerio como Arzobispo, un sacerdote fue asesinado en San Salvador y en la mano del sacerdote se encontró una pistola. El Arzobispo consultó con sus consejeros los cuales le dijeron que no debía acudir a su funeral. Si lo hacía, enviaría un mensaje de que él estaba de acuerdo con la violencia representada por esa pistola. Él lo pensó y dijo “La madre de ese sacerdote estará en su funeral. Yo soy su Padre y estaré en su funeral”.

El óleo de los enfermos calma aquellos necesitados de sanación a cualquier nivel. Se hace camino a través de la vida por dura que esta sea y encuentra su hogar en medio de nuestras debilidades. Así mimo lo hace el sacerdote. El sacerdote se encuentra en medio de lo desagradable, de lo dificultoso, de lo quebrantado. No necesanamente se siente cómodo allí, pero está ahí. Sufre con nosotros en cada aspecto de nuestras vidas y tiene conocimiento de nuestros más íntimos secretos.

Cristo llamó al pecador, al enfermo, al débil y al marginado. El sacerdote siguiendo sus pasos, se encuentra en casa con estas personas más que con ninguna otra persona. Nadie es excluido, sin embargo, debido a que estamos debajo de la apariencia de la riqueza, del poder y de la posesión, todos somos pobres y todos necesitamos de la sanación de nuestro Señor.

El Santo Crisma: “Llénalos con el poder de tu Espíritu Santo a través de Cristo tu Hijo. Por él proviene el nombre de Crisma y con el Crisma has ungido para tí a sacerdotes, reyes, profetas y mártires”.

De acuerdo a su biógrafo y  asociados cercanos, el Arzobispo Romero, estaba consciente de su posición vulnerable en El Salvador. El sabía que muy probablemente se uniría a aquellos que habían sido asesinados. En un discurso que dio en la Universidad de Louvain dijo:

En menos de tres años, más de 50 sacerdotes han sido atacados, amenazados y calumniados. Seis de ellos ya son mártires- fueron asesinados. Algunos han sido torturados y otros expulsados. Las monjas también han sido perseguidas. La estación de radio del Arzobispado y las instituciones educativas que son Católicas o de inspiración Cristiana han sido atacadas, amenazadas, intimidadas, hasta bombardeadas. Muchas comunidades de feligreses han sufrido redadas. Si esto le ha sucedido a personas que obviamente son representaciones de la Iglesia, ustedes se pueden imaginar lo que le ha sucedido a los Cristianos ordinarios, a los campesinos, catequistas, ministros laicales, y comunidades con bases eclesiásticas. Ha habido amenazas, arrestos, torturas, asesinatos, que van en cientos y miles…."

Oscar Romero sabía que sería asesinado. Sin embargo nunca permitió que un chofer lo llevara. El siempre manejó su coche. Tampoco permitió guardaespaldas, porque no quería que mataran a ninguno de ellos junto a él. De manera consistente e intencional él dio su vida por otros y murió de lo que yo considero una muerte de mártir.

El sacerdote da su vida por su pueblo que es en sí una manera de sacrificio. No es común que vayan a ser llamados a morir por su fe,  pero los sacerdotes están llamados a dar sus vidas a diario, a cada momento, uniéndose a Cristo en su cruz tal como El dio su vida por la salvación de todos.

Resulta imperativo que los sacerdotes se cuiden tanto física, espiritual, emocional y sicológicamente, pero esto es para que ellos puedan ponerse mejor a disposición de su pueblo, en los que ellos invierten toda su energía.

Cristo es el sacerdote modelo por excelencia. Cristo Jesús dio todo por nosotros llenando los deseos de su Padre y de sus sacerdotes. Es así que estos son los tres puntos que quiero compartir esta noche:

-Ustedes, el pueblo de Dios, están íntimamente involucrados con la formación contínua de nuestros sacerdotes.

-Ellos llevan su dolor.

-Es por ustedes que ellos ofrecen sus vidas a Cristo mientras junto con ustedes trabajan en su llamado personal a la santidad.

Nuestros sacerdotes, a través de su ordenación, y en unión del Obispo, usarán estos óleos sagrados a lo largo del año meditando acerca del amor de Dios a través del año litúrgico de la gracia.

Estos óleos representan las diversas maneras en las que el Espíritu Santo envió a nuestro Salvador en unión con el Padre a trabajar con nosotros esta Iglesia local, para abrir nuestros oídos a sus palabras, nuestras vidas a su sanación, nuestros corazones a su amor el cual debemos dar completamente a otros.

El Arzobispo Romero estuvo inspirado en su ministerio tal como lo estuvo debido al Evangelio de Jesucristo. Un colaborador y amigo de muchos años ha dicho repetidamente el Arzobispo Romero no fue motivado por la liberación teológica, sino por el Evangelio. El vivió su vida en armonía con ese Evangelio.

En 1943 escribió en su diario: “En días recientes el Señor me ha inspirado un gran deseo de santidad… He estado meditando en que tan alto puede ascender un alma si ésta deja que Dios la posea totalmente”.

Mis hermanos sacerdotes, doy gracias a Dios Todo Poderoso por ustedes y por su desinteresado ministerio a nuestra Iglesia local. Me siento bendecido por compartir este ministerio con ustedes y por llamarlos amigos. Pido en mis oraciones para que ustedes  siempre estén inspirados a ascender a la grandeza de la santidad y llenos totalmente por Dios. Oro para que junto a su pueblo y a través de estos óleos, avancen ampliamente mientras se acercan más a Cristo, nuestro sumo sacerdote.

Mientras tanto unámonos alrededor del Altar del Señor, donde nos alimentamos para el camino.  

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