Los temas inmigratorios están llenos de complejidades

Friday, May. 03, 2019
By Jean Hill
Director, Diocese of Salt Lake City Office of Life, Justice and Peace

Por un momento imagínense una familia de granjeros. Situé a esa familia en un ambiente idónea junto a un rio, a hectáreas y hectáreas de sembradíos de cosechas verdes. Una imagen de vida, abundancia y creación.

Ahora considere la realidad. Considere que esa familia vice en una villa rural en Guatemala.

La familia apenas cultiva para alimentarse y para alimentar a unos pocos vecinos, pero primariamente siembra café, una siembra que se pude vender y que provee de vida en sus mejores años. La familia vende los materiales crudos- las semillas de café- a una tercera parte, la cual la vende a productores mayores de café. La familia de granjeros usualmente recibe 30 centavos de los $1.30 por libra que el producto paga al intermediario. Sin embargo, en años recientes el precio del grano de café ha caído a $36 centavos por libra, dejando a los granjeros con centavos por libra. Además, Guatemala está en el quinto año consecutivo de sequía lo cual ha dejado a los sembradíos de café vulnerables a enfermedades y mucho menos abundantes.

Agregue esto a la ecuación de a la agitación política y social de 40 años de guerra civil.

La guerra en Guatemala terminó en 1996 pero la seguridad clandestina y el aparato de inteligencia creados en la misma persiste y es poderoso, políticamente habil y una entidad criminal poderosa. Cualquier persona de nuestra familia de grajeros que esperan poder encontrar trabajo en la ciudad tendrán que navegar la extorsión, violencia y verse forzados a el reclutamiento de las pandillas las cuales han hecho a Guatemala uno de los países más violentos del mundo.

Además esta familia no puede sustentar la vida en su granja y se ve forzada a una vida de crimen o a una muerte violenta en la ciudad. Así es que la familia rural de guatemaltecos huye como muchos migrantes lo han hecho desde que llegaron en el barco mayflower, con la promesa de una mejor vida en los Estados Unidos.

Sin embargo, para llegar a estos, la familia, que va con tan solo unas cuantas posesiones y con aun menos dinero, tendrán que navegar miles de millas, escuchar lenguas diferentes y entender un nuevo idioma, el inglés.

Si logran llegar a la frontera con los Estados Unidos, la familia se encontrará con una nefasta sorpresa. No solo es una compleja inmigración legal que requiere un abogado muy entrenado para navegarla, sino que la nueva política de los Estados Unidos requiere que la familia, la cual puede tener una muy válida razón para buscar el asilo en los Estados Unidos, tenga que esperar en México el poder alcanzar a las cortes. Mientras tanto, la familia tendrá que buscar albergue en las caridades ya saturadas (existen 18 albergues en el Paso en Juárez, todos lleno) o enfrentarse a la separación y detención en cárceles diseñadas para criminales no para familias desesperadas que buscan un lugar  seguro. La espera para el asilo puede durar varios meses. Y pocos trabajos están disponibles en las comunidades fronterizas en México. Por supuesto sin trabajo el cubrir los gastos para consejería legal es imposible y las caridades solo pueden proveer un cierto número de ayuda legal para los muchos que la buscan.

El construir una muralla o el forzar a quienes buscan asilo a esperar en México no terminará con la inmigración, sino incrementará los problemas en México, haciendo tal vez, que más personas busquen caminos legales e ilegales hacia los Estados Unidos, una opción más efectiva puede ser una a largo plazo de ayuda a extranjeros que toque temas de cambio climático, pobreza y violencia en países inestables políticamente, asegurando su seguridad y la de nosotros.

Existen diversos acercamientos ante los complicados acercamientos a la inmigración masiva.

No debería de ser difícil, para nosotros los Católicos, determinar cuál apoyar pidiendo la solución que promueva la dignidad y santidad de toda vida, o simplemente buscar el alcance a los pobres sin importar su origen.

 Jean Hill es la directora de la oficina diocesana de vida justicia y paz. Ella puede ser contactada en  jean.hill@dioslc.org.

Traducido por: Laura Vallejo

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