Mensaje Navideņo del Obispo Wester

Friday, Dec. 20, 2013
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Una de las necesidades más grandes que tenemos como seres humanos es el deseo de estar acompañados.

Desde el primer momento de nuestra existencia, experimentamos una conexión íntima con nuestra madre, y una vez que nacemos constantemente buscamos la compañía de la comunidad, experimentada desde el sagrado lazo de la familia y de las innumerables relaciones que enriquecen nuestras vidas.

Sin embargo sería un error pensar que nuestras relaciones se limitan a los seres humanos. De hecho, nuestro deseo fundamental es ser uno mismo con Dios.

Esta ‘determinación de fe’ es parte de nuestro ser y una realización de que solo seremos felices si somos uno mismo en Dios. Es por eso que el jardín del Edén es visto como una existencia ideal para nosotros, pues es ahí en donde los seres humanos caminan al lado de Dios antes de que el pecado original entrara en escena.

Y es por eso que el pecado original es tan devastador: es una ‘desconexión’ entre Dios y nosotros, evitando que podamos alcanzar el verdadero propósito de la vida, dicho así, ser uno mismo en Dios.

Es así que no me sorprende lo que leemos acerca de la Navidad, o de la encarnación en el Evangelio.

El Evangelio significa ‘Buena Nueva’ y no puede haber mejor noticia que el hecho de que ¡Dios está con nosotros!. Ese es el significado de Emmanuel: Dios está con nosotros y ya no estamos desconectados con Dios.

Durante el Adviento hemos orado ‘Ven, ven, Emmanuel…’ y ahora nos regocijamos porque Dos realmente vino a nosotros en forma del bebe recién nacido, envuelto en mantas y acurrucado en su amorosa Madre Maria.

Si, Dios ama al mundo tanto que envió a su único Hijo. En el prólogo del Evangelio de Juan leemos que Dios vino a sufrir con nosotros. Esto literalmente se traduce como ‘"Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros".

Esto en referencia al Éxodo, durante el cual los israelitas vivían en tiendas de campaña en el desierto y Dios vivían en esas tiendas, o en el tabernáculo, ahí entre nosotros.

Supongo que para nosotros la traducción más adecuada seria decir que Dios se mudó junto a nosotros o aún mejor, ¡que está durmiendo en nuestro sofá!.

Pero estas Buenas Nuevas no terminan en la encarnación. La realidad es que Dios nos ama y quiere que seamos uno en El más de los que nos podemos imaginar. Desea la unidad con nosotros más de lo que nosotros la deseamos en El. Y así su único Hijo, siguiendo los deseos de su Padre y expresando su propio amor por la humanidad, nos dio el regalo más grande, su vida ofrecida en la cruz.

Fue este ofrecimiento de amor perfecto lo que lo llevo a la Resurrección y a nuestra salvación, es decir, a nuestro pase al cielo y a la unión perfecta eterna con Dios.

El paraíso se restauró. Entonces podemos entender que existe esa cone-xión entre la madera y el pesebre y la madera de la cruz.

Tanto la encarnación y el Misterio Pascual son expresiones del infinito amor de Dios por nosotros y su deseo de ser para siempre uno mismo con nosotros.

Como criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, como seres humanos que desean la unidad con Dios y con los otros, la mejor manera de celebrar la Navidad es profundizar los lazos de amor en nuestras vidas.

Esta es la base del mensaje del Papa Francisco del Día de la Paz Mundial, en el cual dice que "la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional.

La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera" Especialmente en esta época del año, estamos llamados a que la estrella de Belén ilumine nuestras vidas mostrándonos el camino a la reconciliación, compasión y amor.

Conforme celebramos las Buen Nueva de Emmanuel, Dios con nosotros esta Navidad, quiero asegurar-les que están en mis oraciones y mis mejores deseos.

Oro para que la alegría de los ángeles y pastores en la primera Navidad llenen sus corazones y encuentre su expresión en el alcance a Dios y a los otros, un alcance que llene nuestros más profundos deseos.

Que Emmanuel alce sus brazos acogiéndonos a todos y bendiga nuestros hogares, parroquias y amistades y comunidades de fe. Les deseo una muy bendecida Navidad y un año nuevo lleno de gracia.

 +Suyo en Cristo,

El Reverendísimo John C. Wester

Obispo de Salt Lake City

 

 

 

Traducido por:Laura Vallejo

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