Obispo: Caminar por el desierto de la Cuaresma nos lleva a Dios

Friday, Feb. 08, 2013
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El Reverendísimo Sr. Obispo, John C. Wester, celebrará la misa del Miércoles de Ceniza a la 12:00 p.m. en la Catedral de la Magdalena, 309 E. South Temple, Salt Lake City.IC file photo
By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Durante la primera semana del mes de enero, los Obispos de la región XIII llevamos a cabo nuestro retiro anual en la Casa para retiros ‘Redemptoris’ cerca de Tucson Arizona. 

La casa del retiro está localizada en la parte norte del desierto de Sonora, cerca de las famosas ‘Picture Rock’, llamadas así por los antiguos jeroglíficos que se encuentran en ellas. Cada día del retiro, disfruté de una caminata por el desierto, el cual a la vez es bello y siniestro. El cactus es abundante, así como otra flora y fauna desértica. Pareciera que iba a encontrarme a Spike, el hermano de Snoopy, recargado en uno de los cactus mientras tomaba una siesta!

Pero el desierto no es ninguna broma. Puede ser un lugar verdaderamente peligroso. En el desierto, la vida está sujeta a lo básico. La sobrevivencia es la primera prioridad. No hay tiendas, no hay caminos, no hay sistemas de apoyo. Sólo estas tú, solo con la naturaleza pura, muy atento tomando el sol dentro de su belleza y atento al peligro de sucumbir en su brutalidad.

Tal vez es por eso que Jesús fue al desierto para comenzar su ministerio público. Sabía que ahí él no estaría distraído. En el desierto, Jesús estaría solo, verdaderamente solo, y podría escuchar más claramente la voz de su Padre al comienzo de su ministerio el cual eventualmente lo llevaría a su muerte y a su resurrección y a nuestra redención. El desierto le dió a Jesús la vía que él necesitaba para asegurarse que estaba en el camino correcto, a pesar de que este camino estuviera lleno de peligros y sufrimiento.

Por supuesto que este camino no termina en la cruz sino con la resurrección: sin cruz, no hay resurrección. Fue en el desierto en donde Jesús reunió las fuerzas y la gracia que necesitó para seguir adelante cumpliendo el deseo de su Padre para él y para nosotros. Durante esos 40 días y esas 40 noches, Jesús se vació a sí mismo para poder experimentar y renovar su amor por su Padre, el único regalo que podría saciarlo verdaderamente.

Sin duda, es que la iglesia nos llama a ti y a mí a entrar en el desierto de la Cuaresma para que nosotros también confirmemos nuestro deseo de hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas. En este desierto de la Cuaresma en el que podemos dejar lo superfluo y pelear con nuestras tentaciones que tratan de hacernos el centro del universo en lugar de que Dios lo sea, y para restablecer el compromiso de seguir a Cristo sin importar el costo. Es en este desierto en donde debemos de seguir el camino que nos lleva a los misterios de la Pascua en los cuales celebramos la resurrección de Cristo y su triunfo sobre los pecados y la muerte.

¿Cómo es el desierto de Cuaresma?

Nuestro desierto de Cuaresma está formado por tres elementos: ayuno, ofrenda y oración. Con el ayuno recordamos que tenemos hambre de Dios. Con la ofrenda recordamos que el cuerpo de Cristo, la iglesia, esta hambrienta de Cristo. Con la oración recordamos que estamos hambrientos de la vida eterna con Dios. Estas tres prácticas cuaresmales me ponen en contacto con mi pobreza existencial y mi camino en el desierto me recuerda regresar a Dios, no al mundo, si es que quiero experimentar la totalidad de la vida.

En esta Cuaresma, la iglesia nos invita a entrar en el desierto poniendo nuestra confianza en el amor de Dios.

Estando conscientes del profundo deseo de Dios de satisfacer nuestros corazones y almas. Ciertamente el desierto puede ser difícil: nunca es fácil pararse solo delante de la presencia de Dios quien es todopoderoso. Pero Cristo nos recuerda que también estamos en presencia de Dios quien es todo amor y quien no quiere nada más que llenarnos con su eterno amor.

Entramos al desierto de la Cuaresma para ser pobres, y para que así Dios nos pueda volver ricos con su amor y con su gracia. Animo a que todos dediquemos más tiempo a nuestra oración diaria, reflexionando sobre la pasión de Cristo y sobre su muerte para que así estemos preparados para celebrar su victoria sobre la tumba.

También los motivo a que conectemos el ayuno con las ofrendas. El ayuno es mucho más efectivo si nos sirve como recordatorio de que debemos de alcanzar a los necesitados, no por caridad sino porque yo que soy pobre y le doy a mi hermano o hermana quien es pobre. Tal "caridad" me recuerda que hay muchas maneras de ser pobre y en presencia de Dios todos somos pobres de alguna manera.

Así como ustedes y yo nos preparamos para el camino de la cuaresma, nuestro retiro cuaresmal en el desierto, recordemos las palabras de Oseas 2,16: "Por tanto, mira, voy a seducirla, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón." Cristo le está esperando en el desierto – que tenga muchas bendiciones en su camino.

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