Obispo Wester: 'Ore, prepárese y reflexione'

Friday, Nov. 30, 2012
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Conforme comenzamos la temporada de Adviento, naturalmente nuestros pensamientos se sitúan en la Navidad anticipando el nacimiento de nuestro Salvador. Ya hemos sido inundados por las decoraciones en las tiendas, por las tarjetas Navideñas, por las invitaciones a fiestas y por villancico en las estaciones de radio.

¡Pero no hay que ir tan rápido! Para los Católicos el 2 de diciembre marca en comienzo de la celebración litúrgica de Adviento, no de Navidad. Este es un tiempo de espera, de preparación para la llegada del Mesías, de Cristo recién nacido. Debemos de esperar hasta la vigilia del 24 de diciembre para celebra su llegada.

Sin embargo, para la mayoría de nosotros la espera es una molestia. No nos gusta esperar – queremos hacer, queremos estar en movimiento. Algunas veces fallamos en apreciar el hecho de que el Adviento es verdaderamente un regalo que nos ayuda a abrir nuestros corazones a los que estamos esperando. Resulta una poco fortuna, ya que al apurarnos por la Navidad nos perdemos de numerosas experiencias valiosas. De esta manera, el Adviento es muy similar a la espera de quienes van a tener un hijo. Les apuesto que si le preguntan a cualquier madre o padre les dirán que los días del embarazo estuvieron llenos de alegres expectativas y espera mientras se encariñaban con el niño en el vientre. Sin embargo, esos mismos padres también se encontraban preparando todo para que si bebe estuviera sano y tuviera un hogar confortable.

La espera involucre una anticipación activa y una reflexión pasiva. La Iglesia nos llama a ambos en el Adviento. Podemos encontrar una guía en Isaías quien de acuerdo a San Mateo, dio el texto para Juan el Bautista llamándonos a "Una voz clama: «Abran el camino a Yavé en el desierto; en la estepa tracen una senda para Dios;que todas las quebradas sean rellenadas y todos los cerros y lomas sean rebajados; que se aplanen las cuestas y queden las colinas como un llano.» (Isaías 40:3b-4a)

Isaías se refería a la preparación que se realizó para la entrada triunfal del emperador. En esos tiempos, los caminos tenían grandes surcos hechos por las ruedas de los carruajes. Para lograr un camino plano en donde el gran dictador pudiera entrar a la ciudad, todas las personas rompían las piedras y llenaban los surcos. Ese arduo trabajo es precisamente a lo que se nos llama en este Adviento mientras esperamos la llegada de Dios hecho hombre en la Navidad.

El Adviento es un periodo precioso de anticipación y preparación.

La reflexión es otra manera de orar. Muchos de nosotros tenemos grandes hoyos en los caminos de nuestras vidas en donde hemos perdido oportunidades para orar. Admitiendo que estamos verdaderamente ocupados, nuestros días están llenos con diversas responsabilidades mientras respondemos las necesidades de nuestras familias, amigos, trabajos, actividades extracurriculares, etc. En medio de estas actividades, estamos llamados por Dios a hacer una pausa y escuchar, permitir que su Espíritu llene nuestras almas con sus palabras refrescantes de amor y misericordia. Si el sueño teje las enredadas mangas del cuidado, la oración le da forma a la vestimenta completa. Somos creados para ser uno con Dios, pero no podemos hacer eso si siempre estamos apurados. El Adviento nos invita a encontrar unos minutos cada día para reflexionar lo que significa que Dios se hizo uno en nosotros, que Dios nos ama en existencia y que Dios quiere que seamos uno mismo por siempre en el cielo. Viendo la luz de estas realidades, el responder a ese correo electrónico no parece ya tan importante.

La preparación es también parte del Adviento. Estamos llamados ha hacer los valles y los cerros alcanzables, una forma poética de decir que nos debemos de arrepentir cuando nivelamos los obstáculos que nos dan nuestros pecados en el camino hacia el Señor. Los malos hábitos, las inclinaciones pecaminosas y las elecciones pobres hacen que sea difícil que el recién nacido Salvador entre en nuestras vidas. El Adviento es un tiempo maravilloso para poner orden, para ver como podemos pasar más tiempo con nuestros seres queridos, hablar más de la caridad en el trabajo, dar más ayuda a los menos afortunados, incluyendo a los enfermos. Como un querido amigo siempre decía, "los que reciben comen bien y los que dan duermen bien". Probablemente la mayoría de las montañas y cerros construidos por nuestros pecados podrían ser nivelados si alcanzáramos a los otros en lugar de preocuparnos solo por nosotros mismos.

Podríamos pasar el tiempo contando historias hasta la Navidad, comiendo y jugando juegos, como Vladimir y Estragón hicieron mientras esperaban por el ausente Godot en el trabajo famoso de Samuel Beckett del Siglo XX. Los dos amigos pasaron toda la obra sin saber realmente quien era Godot y sin nunca tener el placer de darle la bienvenida. Espero que nuestro Adviento no sea tal existencia absurda sino que nos comprometa en la oración que ayudó a María a prepararse para el nacimiento del Mesías, y a la actividad que hará lugar en nuestros corazones para Cristo y así sepamos cuando llega.

Cristo se volvió uno en nosotros en la Encarnación ya que Dios es amor. Este Adviento estamos llamados a reflexionar, orar y prepararnos para que cuando la Navidad llegue estemos preparados para recibir a nuestro Dios, cuando llegue a nosotros como un bebe vulnerable.

Ahora es el tiempo de aplacar los caminos en nuestras vidas para que el emperador de todas las creaciones pueda llegar a nosotros.

Sin embargo, me pregunto, ¿quien espera a quien?. Podría ser que mientras esperamos a Cristo, Dios esta esperando a que mejoremos nuestros caminos para recibirlo a su llegada?

Bendiciones para todos en este Adviento!

+ El Reverendísimo John C. Wester, Obispo de Salt Lake City

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