Utahns se unen a la protesta nacional en contra de reforma migratoria punitiva

Friday, May. 05, 2006
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Arriba, la familia May marcha para el futuro de su familia. Abajo, la muchedumbre en Salt Lake City congrega para el reforma humanitaria de la legislación inmigratoria el 9 de abril. Más de 25,00 personas asistieron a la protesta en Salt Lake City. fotos del IC por Barbara Lee

SALT LAKE CITY – Con 25,000 personas reunidas el 9 de abril en el centro de Salt Lake City con motivo de la Marcha por la Dignidad por los derechos de inmigración, los organizadores, la Policía de Salt Lake City, y el alcalde de Salt Lake City "Rocky" Anderson expresaron su sorpresa por el gran número de asistentes al evento. Los oficiales de la Ciudad consideran esta marcha, la cual empezó con una invocación por el Padre James E. Flynn de la Parroquia de Sta. María de la Asunción en Park City, la demostración más grande en la historia de la ciudad desde la Guerra de Vietnam.

La calle State Street en Salt Lake City, diseñada por Brigham Young para que tuviera una amplitud lo suficientemente grande para que un vagón jalado por seis caballos pudiera dar la vuelta, se convirtió en un mar de gente que apoya una reforma migratoria humanitaria. La mayoría iban vestidos de blanco, el color de la paz, y llevaban banderas Americanas de todos tamaños, desde las banderas gigantescas hasta las de bolsillo. Ellos entonaban "Sí se puede."

La organización Utah Minuteman y otros, cerca de 200 personas, también caminaron por State Street por delante de los defensores de inmigración, con la policía y una falange de voluntarios hispanos, vestidos con camisas negras con la palabra "Peace" (Paz) impresa en blanco, manteniendo una distancia sustancial entre los dos grupos. Representantes de un número de grupos hispanos también estuvieron presentes para ayudar a la policía a mantener a la muchedumbre en orden y para pararse entre miembros de los grupos opuestos para mantener la paz.

La mayoría de los representantes de los grupos anti-inmigración hablaron ya fuera de enviar de inmediato a todos los inmigrantes ilegales de regreso a sus países de origen, o simplemente insisten que se apliquen las leyes de inmigración actuales. Unos pocos llevaban carteles pidiendo que se cierren ahora las fronteras de los Estados Unidos.

La policía retrasó el comienzo de la Marcha, programada para la 1:30 de la tarde, hasta las 2:15 cuando el Alcalde Anderson llegó. Portando una camisa blanca, entrelazó sus brazos con los organizadores de la Marcha y guió a miles de personas desde el Edificio de la Ciudad y Condado de Salt Lake hasta el Edificio del Capitolio del Estado donde escucharon varios discursos.

Durante el mitin y la Marcha del domingo, la gente expresó su descontento con la Resolución 4437 de la Cámara de Representantes. Esta propuesta haría que la entrada y la permanencia ilegal en los Estados Unidos fueran consideradas un crimen federal, y podría hacer que el ayudar a gente indocumentada se convirtiera en una ofensa criminal. La resolución estaría en conflicto con la enseñanza Católica, la cual llama a que recibamos al inmigrante y al extranjero y a que ayudemos a aquellos que lo necesitan sin importar su situación legal. Líderes Católicos, incluyendo al Cardenal Roger M. Mahony de Los Angeles, han dicho que la aprobación de esta resolución no prevendrá que ellos ayuden al pobre y al marginalizado.

«Trabajamos, producimos, y pagamos impuestos,» decía un cartel llevado por uno de los participantes hispanos de la Marcha. «No somos criminales.»

Dee Rowland, enlace de la Diócesis de Salt Lake City con el gobierno, marchó con su familia en medio de la muchedumbre.

«Caminando con la multitud de familias en la compañía de mi familia fue una de las tardes más felices de mi vida», ella dijo.

Carteles llevados principalmente por niños reflejaban uno de los aspectos más preocupantes de la resolución – el rompimiento de familias de trabajadores indocumentados cuyos hijos nacieron en los Estados Unidos: «No desbaraten a mi familia».

La Asociación de Estudiantes Asiáticos de la Universidad de Utah marchó junto con la multitud que consistía principalmente de hispanos. Sus carteles pedían una reforma migratoria justa para todos.

Steven May y su esposa, Leslie, de Mapleton, marcharon con sus dos hijos y con sus sobrinos. «Estamos aquí por nuestros hijos», dijo May, originario de México. «Queremos que tengan el mejor futuro posible, y no lo pueden tener si los inmigrantes no son tratados justamente o si se sospecha de ellos constantemente.»

Los jóvenes Carlos Delgado, Diana Favela, y Alex Favela de Kearns llevaban un cartel donde pedían por la dignidad y el respeto para los latinos. «Los trabajadores latinos no son terroristas», dijo Delgado. «Nuestras familias trabajan duro y pagan impuestos.»

 

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